Julieta Venegas
Nada que rompa este momento
quiero que sea eterno, eterno
quiero que sea eterno, eterno
quiero este momento suspendido en el tiempo
Mariana
En Coyoacán. En la plaza de la Concepción Mariana besa a su novio Miguel Llavero. La joven se entrega a su primer beso tiene 16 años y es feliz. Mariana no lo sabe pero su intensidad ha modificado el entorno: En la iglesia de la Concepción, por un instante la piedra detiene su erosión y en los arboles de la plaza las hojas se condensan mas levemente que ayer. Un hombre que cruza la calle tiene la sensación de haberse perdido en algo. Mientras un anciano que arroja migas de pan a las palomas recuerda sus antiguos tiempos de bailarín, suspendido y nublado entre las luces de colores de aquellos años gloriosos.
Mariana, hasta su muerte en París, recordara siempre ese momento. Dicen que a los 28 años vislumbro al bailarín y a las migas mezcladas con las luces de salón. A los 30 había encontrado el paso del hombre apresurado y a los 32 ya conocía la incidencia del medio en los procesos clorofilicos. Fue a los 40 cuando supo que las luces de salón venían de New York mientras que hacia los 50 sabia que el hombre apresurado se llamaba Amancio y que tenia miedo de no cobrar. A los 60 navego entre los fluidos fotoquimicos y a los 70 era la paloma y una de las migas que miraban al anciano. Cuentan que a los 80, ya en París y entre los estertores de la muerte se incrusto en la piedra de la iglesia de La Concepción y por fin pudo verse besando a Miguel Llaveros.
Roberto Carlos Sicilia.